Te encontré no sé dónde ni cuándo.
En algún lugar de mi mundo
que estaba en tinieblas.
Vagaba silencioso, inmutable y sórdido
como cualquier ser que desea ser hallado,
y así nos vimos… casi sin buscarlo.
Y así nos vimos… viniendo… o llegando.
Ambos, dos necesitados.
Y a pesar de que eras una extraña,
te reconocí al mirarte
como si desde siempre fueses mía,
y te vi, ansiosa, delirada y anhelante,
y aunque allí estaba oscuro, muy oscuro,
nos transformamos al vernos,
como si nos encendiéramos
uno al otro en ese instante.
Y nos dimos cuenta de
que a pesar de no conocernos
en algún lugar nos habíamos separado.
Qué extraño se siente, el sentirse parte
siendo esta vez… la primera vez en mirarse
y aceptando que cada uno
se metiera en cada quien
y que ambos fusionáramos
complejamente, casi bien.
Reí que eras mentira, peor aún, que no eras,
Pensé que jamás llegaría este tiempo;
sentir que hay algo que falta y no tenerlo
es desesperar en días y noches,
es buscar sin saber qué, ni dónde ni cuándo
y explotar en ira hasta dejar de buscar
y aceptar que parecía imposible
contemplarte un momento.
Quién dijo que no hay alma…
Quién me contó que no tenía,
fue alguien cuando niño,
o es que siendo grande
desconfié de lo que mis ojos no veían.
Pero hoy… en este raro encuentro
insospechado,
me sentí profundo…
y desde lo más puro de mi adentro
te sentí, alma, es decir,
simple y complejamente, te sentí,
porque me dejé perder y vos viniste.
Si, como suena, así de fácil,
como si siempre hubiera existido
este momento…
No hay comentarios:
Publicar un comentario