Soy monorrena, vivo con un solo riñón, debido a una nefrectomia radical del riñón izquierdo realizada como consecuencia de un tumor renal

Desde esta nueva vida, surge en mi la necesidad de comenzar a utilizar este espacio con el fin de aportar conciencia e información sobre prevención de esta enfermedad. La única manera de prevenir es estar informados y prestarle atención a nuestro cuerpo.

Es desde este lugar, que me atrevo a proponer e invitar a transitarlo juntos…

¿Me acompañas?

jueves, 26 de enero de 2012

Los Guerreros...


Los guerreros mayas se creían invencibles: decían que eran los cimientos del cielo.
Estaban entrenados para defender lo más sagrado: ellos impedirían que nada ni nadie perturbara la tranquilidad de lo que cuidaban, nada más y nada menos que el cielo.
Pero más allá de esto que consideraban su misión, eran un pueblo alegre, navegaban paisajes hermosos, cantaban juntos, elevaban sus voces, unían sus almas. Iban casi desnudos, despreocupadamente por la vida.
Ellos agradecían porque eran guerreros.
Eso los hacía fuertes, poderosos, eternos, hermosos. A lo único que le temían, era al enojo del ser supremo. Por eso siempre cantaban: alegraban al Señor… disfrutaban de la vida.
Cuando llegaron los barcos, aunque desconfiados, les mostraron una sonrisa.
-          ¿No tienen miedo? – le preguntó Hernán Cortes a Cuauhtémoc.
Él sonrió y dijo: - ¿Por qué?... Si somos los cimientos del cielo y aquí es todo tan hermoso. ¿A qué deberíamos temerle?
A partir de aquí, los idealistas, soñadores y aventureros que venían en los barcos, se dieron cuenta de que no estaban frente al enemigo.
Los grandes guerreros del universo los habían recibido desarmados, con el pecho abierto y el alma inocente.
Ya sabemos que detrás de los soñadores, estaban ellos, que no eran más que lo negro del mundo.
La humanidad se divide solamente en tres razas: los guerreros, los que abusan de ellos, y los que todavía no entendieron.
Un guerrero defiende, preserva, cuida, pero nunca presenta batalla… si ama la vida.
Los que se abusan de ellos no saben, por eso son grandes estrategas (aunque a veces hay pequeños estrategas domésticos), manipulan sentimientos, y se sienten tan astutos como para comerse a cualquier guerrero.
La historia fue cruel.
Es por eso… que te pido un pequeño esfuerzo para no repetirla.
No me presentes batalla. Vine hasta aquí sin armas. Traigo nada más que una cantidad enorme de ilusiones, porque soy una autentica guerrera.
Yo tengo un refugio, no un escondite.
Te ofrezco mi tierra donde crecen flores, mi alma que canta, mis ojos que lloran y ríen, e igualmente lloran.
¿Sabés…?
Un guerrero de ley es un ingenuo. Defiende lo que ama con su vida, con sus sueños. Un guerrero pone la espalda para levantar a los caídos. Un guerrero se la banca, no huye. Jamás invade la tierra ajena.
Ser una guerrera no es fácil. Causa un poco de desconfianza, de temor. La gente debería saber que hay que temerles a los otros, a los que quieren la guerra.
A veces creo que quieren exterminar a los guerreros para caminar impunemente por la vida.
No me interesan tus armas, tus escondites, tus estrategias. Es más simple…, yo te quiero sin armaduras, descascarado, sereno, despatarrado, con o sin malhumor.
Y sé que es mucho lo que pido, pero…
Te aviso, mejor dicho te amenazo: no me pienso defender. Al primer ataque puedo morir, pero te aseguro que vale la pena correr el riesgo. A lo mejor, cuando lances el primer grito de guerra y a mí no se me mueva un pelo, te vas a dar cuenta de que lo único que quiero es un abrazo del alma, que no hace daño, que te hace más noble, más rico, más fuerte.
¿Será difícil entender eso?
Yo, una autentica guerrera, camino desarmada…
Y puede ser que me claven otro puñal por la espalda. No me importa. Los guerreros nos levantamos, obviamente después de sufrir el desengaño, que duele más que cualquier puñalada. Pero con esas marcas seguimos, porque cada una de ellas lleva escondida una historia.
Por eso… cuando me mires y yo sonría, entendé que te miro sin maquillaje. Ponete el pijama y no temas a la multitud que intenta que formes parte de su ejército de muñecos: ellos son los que todavía no entendieron nada.
Aquí hay una guerrera. Te puedo cuidar hasta que recuperes los ideales que tuviste alguna vez, y que seguramente perdiste en alguna batalla.
Desde mi territorio… lejos del tuyo.
Éste será nuestro secreto.
Difícilmente comprendan que no todo está perdido.
Éste es un secreto de nobles, un secreto de pobres, un código de barrio, una alianza de tribus.
Sin palabras.
No hacen falta…

                                                            Patricia Sosa.
Código de barrio (“Los guerreros”).

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